¡Claro que nunca es tarde!
Nuestros talleres de Medios en Igualdad han dejado, durante el pasado mes de junio, grandes anécdotas a nuestros dinamizadores. En esta ocasión, el periodista Fernando Domínguez nos cuenta su experiencia en Mairena del Alcor.
Llegamos a Mairena del Alcor y, ante un grupo de unas doce personas mayores de 55 años, algunas bastante mayores de esa edad, preguntamos si alguno tiene perfil en las redes sociales y las consulta habitualmente. Sólo uno responde abiertamente que sí. Pero quizás la respuesta más ilustrativa es la de Reyes, una pizpireta señora con la alegría dibujada en el rostro que busca con la mirada a su monitora del centro Guadalinfo y dice: “Todavía no sabemos eso de las redes sociales, pero la semana que viene vamos a empezar y nos vamos a poner al día”. La monitora asiente.
La de Reyes, que se muestra hasta ilusionada por tener cercana en el horizonte la resolución del misterio de eso que sus nietos llaman algo así como “feisbu” y “tuite”, es la respuesta de quien siente que cumplir años no sólo no reduce la curiosidad por el mundo que le rodea, sino que ésta incluso puede y debe aumentar.
El taller de Medios en Igualdad es una de esas oportunidades que Reyes no ha querido dejar escapar para ver saciada su curiosidad acerca de algo que habitualmente consume, como son los medios de comunicación. No lo dudó cuando la monitora les dio a conocer este proyecto de la Asociación De Guadaíra. ¿Qué hacen los periodistas? ¿Quiénes lo son y quiénes no? ¿Qué es un medio público y uno privado? ¿Quién los paga? ¿Qué responsabilidad social tienen en cuestiones como el tratamiento de la mujer?
“En estos talleres los formadores también venimos a aprender”
El taller avanza y constantemente los alumnos van levantando la mano para intervenir y aportar alguna opinión o experiencia personal, o incluso para aventurarse a dar alguna respuesta a cuestiones que van saliendo durante la charla y que demuestra que saben más de los intríngulis del periodismo de lo que en un principio hubiéramos podido imaginar.
Ahí es cuando los monitores del taller descubren que ellos también han venido a aprender, porque escuchando a las personas mayores, las de otra generación con la que en principio parece que medie un abismo, se pueden llegar a asimilar una gran cantidad de conocimientos de la vida que no enseñan los libros, ni la carrera, ni la experiencia profesional.
La figura del monitor a veces se desdibuja en un grupo en el que todos participamos, debatimos, reflexionamos y, dicho queda, aprendemos unos de otros. Los diálogos entre ellos, a veces con cierto apasionamiento, son dignos del mejor parlamento, en un momento, además, en que nuestros verdaderos parlamentarios, los “profesionales”, no parecen pasar por un momento de mucha inspiración.
Termina el taller y Reyes, junto al resto de sus compañeros, vuelven a sus quehaceres contentos de haber aprendido que existen más medios de comunicación de los que conocían, que un solo empresario puede ser dueño de la mitad de su mando a distancia, que el feminismo no es ni mucho menos lo mismo que el machismo, pero a la inversa, y que las teles no tienen un aparatito oculto en su interior que le chive a nadie qué estamos viendo para medir las audiencias.
A Reyes no le gusta la frase “nunca es tarde”. “Pues claro que no es tarde. ¡Qué tontería! ¿Cómo va a ser tarde para nada?”, protesta sin perder su sonrisa imperturbable. Ella prefiere cambiar la frase por “todos los días se aprende algo”. “Es que si no es así, qué aburrimiento”.
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