De las rivalidades infantiles al odio de ETA

El periodista Fernando Domínguez Gómez nos narra una bonita reflexión sobre Manuel Cecilio, alumno de nuestro taller de Medios en Igualdad en Estepa.

Manuel Cecilio tiene 62 años y, aunque nació en Estepa, su acento no tiene nada que ver con el sur de España. Todo lo contrario. Su habla es vasca; un vasco además bastante rotundo, contundente, que pone a prueba la credibilidad de los datos que se reflejan en su DNI: nacido en Estepa y residente en Osuna.

Ocurre que su actual DNI se ha perdido unos cuantos capítulos de su biografía, nada menos que los que separan el nacimiento y la residencia. O lo que es lo mismo: toda una vida residiendo en la otra punta del mapa. Primero en Rentería y después en Biarritz, en el País Vasco francés.

Acude con sus compañeros al taller de “Medios en igualdad”, impartido por la asociación DeGuadaíra en el Centro de Educación de Personas Adultas Clara Campoamor de Osuna. Y aunque tímido en los primeros compases del taller, después se suelta cuando alcanzamos la parte dedicada a los estereotipos, y en concreto a la visión que sobre Andalucía existe en el resto de España.

Su testimonio es valioso, porque la mayor parte de su vida ha sido un andaluz en el exilio. “Yo llegué a Rentería con diez años. Tuvimos que ir para allá toda la familia porque mi padre aquí trabajaba a lo mejor un día y estaba cuatro sin trabajar; pero allí hubo opción de algo más seguro y tuvimos que marcharnos”.

Llegó al norte con su acento estepeño y se encontró con unas tierras vascas llenas de vecinos procedentes de otros puntos de España. “Nos juntábamos un grupito bastante numeroso de niños andaluces y recuerdo que en el edificio que teníamos detrás vivían gallegos; y claro, se producían las típicas rivalidades y bromas entre nosotros”. Algo inocente que nunca pasaba de ahí, aunque no faltaban los motes: “Ellos a nosotros nos decían que si flamencos o no sé qué y nosotros a ellos les decíamos percebes y cosas así”, recuerda Manuel Cecilio, que también menciona los partidos de fútbol que andaluces contra gallegos o contra niños de otros sitios disputaban en las calles vascas.

“Hasta ese momento nunca nos sentimos especialmente insultados o atacados como andaluces, o por lo menos yo no percibí ningún rechazo por el lugar del que veníamos ni la utilización de ningún estereotipo como forma de insulto”, señala.

De las rivalidades infantiles con más gracia e inocencia que un odio real, se pasó a la gravedad del terrorismo etarra

Otra cosa distinta fue la situación que empezó a producirse con el discurrir de los años, y sobre todo durante la Transición y en los primeros años ochenta. De las rivalidades infantiles con más gracia e inocencia que un odio real, se pasó a la gravedad del terrorismo etarra en su etapa más oscura, y todo lo que trajo consigo de recelo por parte del radicalismo a todo lo español. “Ahí sí que se notaba ya otra cosa; pero lógicamente no era algo contra los andaluces en concreto, sino contra los españoles en general. Eso fue más complicado”, afirma.

Pero, al margen del terrorismo, ¿qué imagen hay fuera de los andaluces? “Pues hay de todo”, dice con tranquilidad. “Pero, aunque se diga que somos unos vagos, al final sales, trabajas como el que más y demuestras que en realidad todos somos iguales”.

Sin embargo, Manuel Cecilio tiene junto a él en el taller a Rafael, de 72 años, y le interrumpe: “Bueno, a veces la fama que tenemos nos la merecemos”. El resto del grupo se sobresalta y protesta, pero él insiste: “Es verdad, yo monté una cooperativa y la tuvimos que cerrar porque no había interés ni trabajo ni apoyo…”. “Bueno, pero es que ahí tuviste mala suerte, Rafael, pero la culpa no es de los andaluces”… Rafael no queda del todo convencido.

En lo que Manuel Cecilio no tiene duda es en la responsabilidad de los medios de comunicación a la hora de transmitir una imagen concreta de los andaluces. Para él, y así lo reflejaba después en el cuestionario final, los andaluces aparecen mal reflejados en los medios, precisamente por esos estereotipos que, hasta que no se conoce a las personas, no son más que estériles ideas preconcebidas basadas, en la inmensa mayoría de los casos, en la ignorancia.

Él lo sabe bien. “Tampoco los vascos son terroristas ni andan levantando troncos”, dice con media sonrisa. Y aunque confiesa no seguir la serie Allí abajo (“No sé de qué va, no la he visto nunca”), la serie de su vida se ha desarrollado “allí arriba”, junto a vecinos y compañeros de diversos lugares de la geografía nacional. Dicen que el nacionalismo se cura viajando. Los estereotipos, también.

October 31, 2017

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